Lunes, 15 Abril 2019 15:59

La educación actual no asegura la paz mental

Hijos, en el pasado de nuestro país el conocimiento de los principios espirituales estaba considerado el aspecto más importante de la vida. Sin embargo, hoy en día, el conocimiento material ha sustituido en importancia a la espiritualidad. Y es imposible atrasar el reloj. Tal esfuerzo solo resultaría en decepción. Lo que importa ahora, es aprender a avanzar, sin permitir que se destruya lo que queda de nuestra buena cultura.

Hace mucho tiempo, los niños iban a la escuela a los cinco años. Hoy los enviamos a la guardería a los dos años y medio. Lo único que tenemos que hacer hasta que cumplan cinco es mostrarles amor. No debemos coartar su libertad en modo alguno. Ellos deben jugar a su capricho. Todo lo que tenemos que hacer es cuidar de su seguridad, protegerlos de quemaduras o de deambular cerca de un estanque. Sus travesuras no importan, solo tenemos que mostrarles amor. Incluso cuando les señalamos alguna fealdad de sus  acciones, debemos hacerlo con todo nuestro amor. Así como vivieron protegidos durante nueve meses en el seno materno, los primeros cinco años de su vida deben estar protegidos en otro seno, el seno del amor. Pero hoy en día la situación no es esta.

En nombre de la educación, ponemos una carga sobre nuestros hijos superior a lo que pueden soportar. En lugar de estar jugando con sus amigos los hemos atrapado en aulas de clase como pájaros en jaulas. Más aún, si los niños no consiguen objetivos empezando desde la guardería infantil, los padres se llenan de estrés. Así que los padres ponen aún más presión sobre sus hijos.

Los niños viven en un mundo de inocencia total. Crecen contando cuentos a flores y mariposas. Miramos a su mundo maravillados. Su naturaleza es ser felices y contagiar su felicidad a otros. Pero en lugar de absorber la inocencia de sus hijos, los padres están más interesados en arrastrarlos a su mundo, el mundo de la competición y la frustración.

Amma recuerda una historia. Dos niños vecinos estaban jugando y uno de ellos se hirió levemente una mano. Al ver esto, su madre riñó a la madre del otro niño. Cuando la discusión se les fue de las manos, los maridos y vecinos empezaron a crear bandos. El tema se agravó. En medio de todo esto, alguien fue a buscar a los niños. Cuando los encontraron estaban jugando felizmente, la pelea estaba ya olvidada.

En la actualidad, los padres no invierten tiempo en explicar a sus hijos el objetivo de la vida, ni los ayudan a adoptar un estilo de vida que los acerque a este objetivo. Nadie parece interesado en reconocer los intereses innatos de sus hijos, ni en estimular y fomentar sus talentos latentes. Una sana competición a nivel escolar puede ayudar a los niños a mejorar en sus estudios y a alcanzar su potencial, pero el nivel de competición al uso solo conduce al estrés. Si no pueden alcanzar sus expectativas en los exámenes, se agobian mentalmente  y por el resto de sus vidas ellos se enfrentarán a la decepción.

Hijos, debemos pensar en el propósito de la educación. Es cierto que la educación moderna facilita conseguir un título y un trabajo bien pagado, pero esto ¿nos proporcionará una paz mental estable? Si no queremos inculcar valores culturales en la educación moderna, estaremos fomentando Ravanas, no Ramas. El conocimiento de los valores culturales es el cimiento de la paz y felicidad en nuestras vidas. Solo a través de la espiritualidad podremos encontrar la cultura suprema de la sabiduría.

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